Miré la carta en blanco que
tenía delante de mí, mientras oía cómo un centenar de plumas rasgueaban a mi
alrededor. Parecía que todos habíamos escogido aquel momento para escribir la
estúpida carta, después de llegar de Camden Market, y aquel lugar, la
biblioteca. El único lugar en el que yo me sentía a salvo. Decidí garabatear un
par de líneas de disculpa y doblar la hoja de papel en forma de sobre, como mi
amiga María me había enseñado en España. Después, se la entregué a Paul, el
cual frunció el ceño, y salí apresuradamente de la biblioteca.
Sin embargo, no pude
salir por la puerta que daba a los jardines. Alguien entró a la vez que yo
intentaba salir y me arrastró junto a sí hacia una de las salas de música. Solo
tuve que aspirar el aire para saber de quién se trataba.
-Harry-murmuré-. Harry,
para, no veo nada, tengo tu pelo en los ojos.
Él no me contestó, se
limitó a reírse por lo bajo.
-¡Harry!-le grité, sin
poder contener la risa. Él paró.
-Tenemos que hacer el
trabajo inicial de literatura juntos, ¿te acuerdas?-me recordó, cogiéndome del
brazo y arrastrándome de nuevo. Yo intenté clavar los pies en el suelo pero él
tenía más fuerza que yo. Al final acabamos los dos en la misma sala en la que
habíamos estado aquel día, tocando los dos juntos. Le recordé a Harry una vez
que estuvimos dentro que el trabajo no lo teníamos que entregar hasta el mes
siguiente, pero me callé al ver su mirada. Tenía algo de misterio, y aquellos
ojos que tanto me gustaban me hicieron perder la noción de todo. Él se sentó, y
yo lo imité. No recuerdo cuánto tiempo pasó hasta que él habló.
-En todo este tiempo,
desde que dejaste a Leon, solo hemos estado juntos una vez, en el gimnasio.
Me pregunté a qué se
refería con “estar juntos”, ya que pasábamos los días en grupo, pero decidí no
formular la pregunta. Caí en la cuenta tarde. Se refería a otro tipo de
“juntos”. Uno que implicaba estar “solos”.
-Solo me besaste esa
vez.-dijo de repente, sin perder mi mirada. Yo no sabía qué decir así que me
limité a enredar mis dedos en mi pelo-. Me pregunté por qué, por qué ese
rechazo, hasta que me di cuenta.
-¿Cuenta de qué?-no
pude resistirme esa vez. Él se levantó, y me cogió de la cintura acercándome a
él.
-De que no te había
pedido que fueras mi novia.
Fue como si de una
patada me hubieran quitado el aire de los pulmones. Hasta ese momento, no me
había dado cuenta de lo mucho que quería a Harry, de lo mucho que deseaba
aquello. Pero decidí hacerme la dura.
-Cierto, no lo has
hecho.-repliqué, apartándome de él tanto como me permitió.
-Culpa de esto a
Selene-me dijo, intentando volver a acercarme.
-No metas a Selene,
¿qué tiene ella que ver aquí?-pregunté, haciéndome la tonta y reprimiendo la
sonrisa, la misma que veía asomar a los labios de Harry.
-Déjame acabar,
impaciente- fue él el primero que se apartó. Rebuscó en sus bolsillos bajo mi
mirada atenta hasta sacar una cajita de madera. Mi mente estaba nublada por
completo, no sabía qué pensar.
-Repito-me dijo-. Culpa
a Selene.
Después, me besó,
lentamente, como si tuviera miedo de lo que pudiera pasar. Al ver que yo no me
apartaba, me besó con más seguridad. Sentí cómo abría la caja, pero no me
separé de él. Segundos más tarde, sentí algo contra mi cuello, rodeándolo, y no
eran sus manos, que estaban ocupadas en mi pelo. No sé cómo se arregló para
ello, pero cuando nos separamos tenía el precioso colgante que habíamos visto
en Camden Market, azul y dorado, puesto sobre la camiseta blanca que llevaba.
-Harry...-empecé. Él
intentó besarme otra vez para callarme, pero yo no lo dejé.-Harry-repetí. Clavé
mi mirada azul en sus ojos verdes.-Este colgante cuesta más de setenta libras.
-Lo sé-me contestó,
devolviéndome el gesto serio.-Considéralo regalo de Navidad, de cumpleaños y de
la próxima Navidad.
No pude evitar
devolverle la sonrisa.
-No te pases.
-¿Por qué? ¿Es que el
novio tiene que mimar más a la novia que viceversa?
-Tradicionalmente
sí-respondí, haciendo caso omiso a su mención. Después me lo pensé mejor.- ¿Así
que ahora tienes novia, Styles?
-Sí-me respondió él tan
francamente que me sorprendió.-Se llama Elisa, y es genial, deberías conocerla.
-Sí, así podré
preguntarle cuando accedió a ser tu novia-contesté, acercándome a él.
-Te contestará que
ahora mismo-respondió él, volviendo a besarme. Antes de que pudiera entregarme
yo también al beso, el se separó.- A no ser que no quieras, claro-añadió con
una risa. Yo lo callé con un beso pero ambos fuimos incapaces de aguantar un
segundo más. No sé cómo conseguimos besarnos en medio de aquellas risas, pero
el caso es que lo hicimos. Cuando por fin calmamos nuestras risas, ya era bien
entrada la medianoche, así que volvimos a nuestros respectivos edificios.
Yo no había llegado aún
a ver el Main Building cuando un jadeo detrás de mí me hizo darme la vuelta.
-Han cerrado la puerta
del Rachel Trickett. Estoy atrapado fuera.
Me eché a reír y
continuamos nuestra noche en el jardín, entre risas y besos. Pero pasadas un
par de horas, tuvimos miedo de que alguien nos pillara.
-No me malinterpretes,
pero, ¿puedo dormir contigo esta noche?-me preguntó en un momento dado. ¿Cómo
iba a decirle que no?
-Tendrás que convencer
a Selene-contesté.
Él me miró.
-Selene está en su
séptimo sueño. No se enterará.
Pero cuando llegamos al
pasillo y yo abrí la puerta de mi habitación, Selene no estaba durmiendo. Y
tampoco estaba sola.
La habitación era aún
más desastre que si viviera yo allí sola. Las sábanas y almohadas estaban
tiradas por el suelo y el baño estaba encharcado. La ventana estaba abierta y cuatro
botellas vacías de alcohol reposaban en el alféizar. Selene, Aitana y Katarina
estaban metidas juntas en la cama, hablando en voz baja y riéndose a
carcajadas. Cuando Harry y yo entramos, solo Katarina, la única que parecía
algo sobria, se giró hacia nosotros.
-¡Elisa! ¡Harry!
Decidimos hacer una fiesta ya que vosotros dos andábais por ahí haciendo...
cosas... y no nos habíamos equivocado.
Selene y Aitana se
giraron con una risita. Los ojos de ambas estaban perdidos y Harry y yo nos
echamos a reír. Mis mandíbulas ya me dolían tras la sesión de risas de la
noche, y aquello era algo más para no soportar.
-Parece que aquí no hay
sitio, Harry.-dije, lanzándole una mirada de soslayo a las chicas.
-No, no, si nosotras ya
nos íbamos-murmuró Katarina, cogiendo a Aitana de la mano y saliendo de la
habitación, tras darnos las buenas noches. Esperamos a que se oyera el portazo
de sus habitaciones y cerramos la puerta de la mía. Selene se había quedado
dormida con las sábanas al pie de la cama, así que la tapé, y me dirigí al
armario a por mi pijama, cuando me acordé de que Harry estaba de pie al lado de
la puerta.
-Si vas a dormir aquí,
más vale que te quites los zapatos, al menos-le dije.
-Sabes, si esto fuera
al revés, y esta fuera mi habitación, tú te quitarías la ropa y te pondrías una
camiseta mía que te quedaría gigante para dormir. Pero como no es así...
-¿Tú que te crees, que
mis camisetas no te valen?-volví a abrir el armario y sin darle tiempo a
contestar le saqué una camiseta rosa brillante que me quedaba bastante grande
para que se la pusiera. Me miró, desafiante, pero después se echó a reír.
-Suelo dormir en
calzoncillos, pero gracias por la oferta.
Intentando no ponerme
roja y no mirarlo mientras se desvestía, me quité la camiseta y los pantalones
y me quedé en ropa interior. Rápidamente, me puse el pijama y, sin siquiera
dirigirle una mirada, me metí en mi cama. Me giré hacia el lado de la ventana y
vi que Selene se había despertado, pero no le dije nada. Segundos más tarde
sentí el cuerpo de Harry al lado del mío. Se había puesto una camiseta, no
sabía si era la mía o la que llevaba él, pero no llevaba pantalones. Sentí todo
su cuerpo pegado a toda mi espalda y piernas. Él me tocó el hombro e hizo que
me girara.
-No querrás clavarte
esto-dijo mientras me quitaba el colgante, clavando sus ojos en los míos. Yo le
paré las manos.
-No me lo voy a quitar
nunca, Harry.
Sorprendentemente,
Harry no roncaba, pero sabía a ciencia cierta que estaba dormido. Me levanté
sin hacer el menor ruido a comprobar si Selene estaba despierta, y lo estaba.
Me senté a su lado, pero ella quiso que me metiera con ella en la cama. Solo
cuando estábamos bajo las sábanas se dignó a hablar.
-Elisa-me dijo,
simplemente. Yo la miré, invitándola a que siguiera. Tenía las pupilas
dilatadas y las mejillas rojas como el fuego, como cada vez que se
emborrachaba. Me pregunté cuánto habría bebido.-Elisa-repitió. Cerró los ojos y
prosiguió- Tengo que hablar con Gus. Tengo que decírselo.
-¿Decirle el qué?-pregunté,
temiendo lo peor. Selene abrió los ojos. El verde que rodeaba al negro era casi
imperceptible.
-Que no quiero salir con él.
Que estoy enamorada de otro.