jueves, 24 de octubre de 2013

Epílogo: Graduación


El auditorio estaba en silencio y solo se oía mi voz y, cuando le tocaba a Katarina leer, la suya. Se percibía un distante rumor de los vestidos al estirarlos, o de los zapatos al pegar contra el suelo, o de las corbatas siendo ajustadas.
Acabé mi párrafo y le pasé el micrófono a Katarina. Sonreí al público y a Harry, que estaba en primera fila con un traje negro y una corbata azul, a juego con mi vestido. Estaba sentado entre Selene y Leon. Selene estaba al lado de Gus, escuchando cada una de mis palabras y con lágrimas en los ojos. Analicé cada cara del público que tan bien me había aprendido en aquellos dos años. Incluso una silla de ruedas en el pasillo con Niall encima me hizo sonreír.
Katarina acabó y me dejó el último párrafo a mí. Agarré el micrófono y puse la hoja en mi atril, intentando contener las lágrimas.
-Hoy-empecé- se acaba una etapa muy importante de nuestras vidas. Hoy es el primer día del resto. Estoy segura de que nunca olvidaremos estos dos años que hemos pasado aquí. Siempre recordaremos cada cara, cada profesor, cada examen, cada corazón roto y cada risa en los pasillos a pesar de todo.- las lágrimas ya amenazaban con caer, pero las reprimí y aparté la vista del papel. Me sabía las últimas frases de memoria.- Aquí siempre tendremos un hogar para el que quiera volver. Tendremos que decirle adiós a todas las aulas, a nuestras habitaciones, a las salas comunes, y a los profesores, y un gracias por hacer de estos los mejores años de nuestra vida.-entonces ya no las pude aguantar y dejé que cayeran libremente por mis mejillas y estropearan mi maquillaje.-Y recordar que esto no es un adiós, si no un hasta luego. Gracias.
El auditorio estalló en aplausos y no pude ver una sola cara que no estuviera sonriendo y llorando.
Por primera vez, me sentía como que un discurso de graduación era completamente verdad. Aquellos habían sido los mejores años de nuestra vida.
 weheartit

-Elisa

Capítulo 21: Un final feliz


La clase de genética era interminable. Y eso que teníamos laboratorio. Y eso que ese día estábamos analizando nuestro propio ADN. Y eso que era Gus quien era mi compañero de laboratorio, y las risas estaban garantizadas. Pero tenía unas ganas inhumanas de que la hora y cuarto que quedaba se esfumase...
Las cosas entre Gus y yo se había estabilizado. Desde que habíamos roto, hacía un par de semanas, había habido tan solo un par de momentos incómodos. Ahora, era prácticamente mi mejor amigo.
Pero esa tarde tenía algo que hacer. No había visto a Niall desde aquella noche, y habíamos quedado en un par de horas...
La puerta del laboratorio estaba abierta. Normal, con tantos mecheros Bunsen por todas partes nos estábamos asfixiando. Asombrosamente, no se oía ningún ruido, tan solo el de las llamas al calentar y unos ligeros choques entre los cristales de los tubos de ensayo. Empezamos a oír unos ligeros sonidos de pisadas y murmullos en el pasillo, y como Gus y yo éramos los más próximos a la puerta, dejamos de hacer lo que estábamos haciendo y nos fijamos en el desierto pasillo. La profesora, ajena a todo, seguía buscando por todo el laboratorio las gafas que le habíamos escondido. En un momento, toda la clase tenía los ojos fijos en la puerta, escuchando silenciosamente, los tubos de ensayo olvidados en las rejillas.
Elisa y Harry aparecieron por el marco de la puerta, intentando aguantar la risa. Después, Elisa me vio y le tiró del pelo a Harry, y desaparecieron por un instante. Oímos risitas en el pasillo y vimos como segundos después aparecían por el pasillo corriendo. Dieron la vuelta y pasaron por delante de la puerta caminando hacia detrás, y después se dedicaron a hacer caras desde las escaleras, mientras la profesora rebuscaba entre los botes de agua destilada.
Vaya dos. Nosotros sufriendo en genética y ellos pirando literatura universal. La vida no era justa.
Volví a centrar mi atención en mi ADN, que ya se estaba formando en finas hebras, pero casi se me cae el tubo cuando oímos un estrépito que venía del pasillo, seguido de muchas risas y un “corre, que nos pillan”. Me asomé a la puerta, y enseguida lo lamenté. Un tufo me invadió y me retiré al laboratorio, no sin antes ver de reojo un grupo de alumnos corriendo, entre ellos Harry, Leon y Elisa, con un paquete de bombas fétidas en los brazos.
Repito. La vida no es justa.

Niall me había pedido que nos encontrásemos en la estación de trenes de Oxford, a un par de kilómetros del St. Hugh’s, por lo que cogí un bus urbano hasta allí. Elisa quería acompañarme, pero le dije que estaría bien. Todos los demás, ella, Harry, Aitana, Leon, Katarina y Gus, se habían ido al cine. Nevaba.
Me bajé del bus y cerré mi abrigo. Saqué la bufanda de la mochila y me la puse. Enseguida vi a un chico con sus características muletas y su pelo rubio, sonriéndome en la distancia. Me hizo un gesto para que me diera prisa y se metió dentro de la estación. Entré detrás de él y me tendió la mano, con un billete.
-Date prisa-me dijo.-El tren a Londres sale en cinco minutos.

Y allí estábamos, sentados frente al Támesis, delante del St. Thomas’ Hospital, donde nos habíamos conocido, con tazas de chocolate caliente en las manos. Había dejado de nevar, pero el suelo estaba cubierto por una fina capa que crujía bajo nuestros pies.
-Bueno...-dijo Niall de repente, interrumpiendo un silencio momentáneo.-Supongo que sabrás que no te he traído aquí para enseñarte el río.
-Me lo imaginaba-respondí, riendo.
-¿Ves a esos tres chicos de allí?-me señaló, apuntando con el dedo a un trío de chicos morenos que estaban sentados en las escaleras. Ellos nos sonrieron y se acercaron.-Son mis amigos. Louis, Zayn y Liam.
Me levanté para saludarlos. Parecían majos, sí, pero no era exactamente conocer a los amigos de Niall lo que yo quería. Estuvieron cinco minutos con nosotros y después se fueron.
Niall me miró como sopesando sus posibilidades. Yo no quería hacerme ilusiones ni imaginar lo que iba a pasar. Empezó a nevar otra vez. Niall se levantó.
-¿Vienes?-me tendió una mano. Se la cogí, y fuimos caminando hacia uno de los puentes, lleno de gente que intentaba cruzar al otro lado para evitar la nieve. Seguimos hacia adelante y cruzamos por un puente desierto mientras nevaba más copiosamente.
-Me encanta la nieve.-comenté, para decir algo.
-Lo sé.-me respondió él, frenando en seco en medio del puente. Desde ahí había unas vistas preciosas. Volví la mirada a Niall, quien apoyó sus muletas en el suelo. Alargó una mano y me quitó la nieve del pelo. Mi corazón latía a mil por hora. Cuando terminó de quitármela toda, me dejó la mano en la nuca y se acercó a mí. Y me besó, como llevaba queriendo que hiciera desde hacía cuatro meses que lo había conocido. Era sorprendentemente fuerte a pesar de su cáncer de mierda, y sus labios eran suaves contra los míos y su boca sabía a chocolate. Seguro que la mía también, pero no me importaba. Por ese instante me olvidé de todo, de las clases, de Gus, del puñetero cáncer, de todo, y solo existíamos Niall, la nieve y yo, mientras su lengua recorría absolutamente toda mi boca y sus manos pasaban de mi nuca a mi espalda. No sé cuánto tiempo estuvimos allí arriba besándonos, pero cuando nos apartamos oímos unos aplausos desde el paseo. Liam, Louis y Zayn estaban aplaudiendo con una cámara de fotos. Aquello sí que iba a ser una foto de película. Y, por una vez, me sentí completamente feliz. Mi vida era  perfecta.
 weheartit

-Elisa

viernes, 18 de octubre de 2013

Capítulo 20: Abriendo caminos


 weheartit

Cuando llegué al comedor, solo quedaban Aitana y Katarina. La verdad, cómo habían cambiado las cosas en aquellos primeros meses...
Estaba nevando, y solo quedaban un par de días para las vacaciones de Navidad. Elisa y yo nos quedaríamos allí, pero Katarina se marcharía a Rusia, porque quería ver a su novio y a su familia. Desgraciadamente, Gus también se iría, pero Harry (para alegría de Elisa) se quedaba también.
Me senté al lado de Katarina pero al instante lo lamenté. No me había fijado en que justo al lado de Aitana, la cual estaba en frente de Katarina, estaba el nuevo novio de mi amiga. Alto, rubio, de ojos marrones, una cara que yo me conocía muy bien. Leon.
Al parecer llevaban ya un par de semanas, pero nos habíamos enterado hacía pocos días. A Elisa no le importó, o al menos eso dijo, pero yo ya había aprendido a odiarle, así que no soportaba mucho estar cerca de él.
-Buenos días chicas-dije ignorándolo.
-Hoy nos vamos a Londres por la noche-comentó Aitana, como que no quería la cosa, mirando a Leon-. ¿Quieres venir?
-No-respondí rápidamente, mirando a Katarina pidiendo ayuda.-No puedo, porque...
-Porque me prometiste que me ayudarías a hacer la maleta, y a comprar regalos para todos, ¿recuerdas?-dijo Katarina al rescate.
-Sí. Cierto, gracias por recordármelo, Kat.
Por suerte no tuve que aguantar la visión de Aitana y Leon mucho tiempo, pasados unos minutos se terminaron la cena y se marcharon del comedor. Yo suspiré aliviada.
-Ya he hecho la maleta, y ya tengo todos los regalos comprados. ¿Te apetece salir por la noche?-me preguntó.
Yo solo tenía ganas de quedarme en la habitación o bajar a la sala de la televisión a ver la peli que ponían ese día, así que negué con la cabeza.
-Gus me dijo que saldría...-añadió. Resoplé.
-¿Tienes algún vestido que dejarme?

Hacía frío y seguía nevando, pero nosotros andábamos en tirantes y manga corta por la calle. Yo me había quitado los tacones y andaba descalza sobre la nieve sin pisar. Era un alivio instantáneo ante el dolor de pies. Harry se había ofrecido para llevarme en volandas, pero dado que llevaba un vestido muy corto no le dejé. Habíamos perdido de vista a Selene y a Gus en el último pub, pero Katarina seguía con nosotros. Ya eran pasadas la medianoche y estábamos en Cornmarket Street, así que decidimos entrar en el McDonald’s. Nos sentamos en una mesa y pedimos un par de cosas cada uno al azar, no estábamos con la cabeza como para pensar. Empecé a lamentar haber salido cuando entraron por la puerta varios compañeros de clase que conocíamos de vista, y se sentaron con nosotros, y la fiesta siguió. Empezamos a hablar entre todos, cotillear, reír, hasta que me sonó el móvil, pero me lo estaba pasando tan bien que lo ignoré. Dos segundos después me di cuenta de que podía ser Selene, pero ya había colgado. A los cinco minutos me llegó un mensaje:
“Gus y yo hemos roto, acuerdo mutuo. Estoy donde siempre. S.”

Me estaba muriendo de frío pero no quería admitirlo. Esperaba que Elisa pillara lo del mensaje, me dedicaba a caminar alrededor del parque entre los corros de gente intentando no parecer una chica cuyo novio acababa de dejarla. Ni que estaba sola. Por suerte me había puesto un jersey blanco y una falda negra y medias, pero tenía frío igual. Estaba ya cerca del banco en el que Elisa y yo habíamos pasado la mayoría de las tardes cuando un chico alto se levantó de uno de los círculos y vino hacia mí.
-Hola guapa, ¿estás sola?-me preguntó. No supe por qué, en otras circunstancias me habría ido corriendo, pensando que podía ser un violador, pero parecía simplemente lo que era: un estudiante pasándoselo bien con sus amigos un sábado a la una de la mañana. Llevaba una sudadera de la universidad, por lo que debía de tener por lo menos dos años más que yo.
-Sí, quiero decir, he quedado con una amiga, pero hasta que venga...-respondí. No quería parecer débil pero hablar me hizo castañear los dientes. El chico rió, y aunque no le veía bien la cara, era moreno y bastante atractivo. Se quitó la sudadera de un tiró.
-Toma.-me la tendió.
-No, en serio, quédatela. Hace frío.-respondí yo, aunque me moría de ganas de cogerla. Con lo bajita que era me llegaría casi hasta las rodillas...
-Tú la necesitas más que yo. No es fácil llevar el corazón roto con este frío.-replicó, y aunque no le veía la cara me imaginaba que tenía una sonrisa. Alargué la mano y se la cogí, mi fe en la humanidad restaurada. Era suave y calentita, y me la puse sin pensarlo. Miré al chico a los ojos, que le brillaban en la oscuridad y, como por instinto, le di un abrazo, pero me fui antes de que me viera con lágrimas en los ojos. Corrí por el camino de tierra batida hacia el banco, ya lo veía, pero estaba ocupado, por un chico rubio y una muleta apoyada al lado...

Harry había insistido en venir conmigo, pero yo solo quería que me dejara sus Vans y correr hasta Selene. Se quedó descalzo con todos en el McDonald’s con mis tacones en la mano y yo corriendo por las calles desiertas llenas de farolas con unas Vans que me quedaban un poco grandes, y a cada paso que daba amenazaban con salir volando. Abrí la verja de hierro de los parques y entré sin molestarme en cerrarla. El jardín principal estaba lleno de gente y botellas tiradas por la hierba. Corrí con miedo de que se me saliera una zapatilla, pero al llegar al tramo de camino que llevaba a nuestro banco frené en seco, me choqué con alguien y me caí al suelo. Una de las Vans rojas de Harry salió volando por fin y fue a parar a lo alto de un seto.
-¡Perdón, perdón!-me dijo una voz demasiado conocida. Levanté la vista y me encontré con los ojos azules de Gus a mi altura, intentando levantarse. Cuando estuvo de pie, me tendió una mano y yo la acepté.
-Sé lo que vas a preguntar...
-¿Ah sí?-pregunté.
-Sí. Que a ver por qué Selene y yo...-no dije nada y lo dejé terminar. Pasaron unos segundos.-... bueno, eso.
Oía mi propia respiración entrecortada y el vaho que se formaba al espirar se condensaba en remolinos. Lo miré a los ojos, y vi que había estado llorando.
-¿Y bien?-fue lo único que atiné a decir.
-Ya llevábamos varios días pensándolo, y bueno, también, el alcohol corriendo por las venas ayuda... Digamos que... se esfumó la magia. Tú lo notaste también, Elisa, no me mientas.
Me eché a reír y, aunque me sentía una mala persona por ello, pareció no importarle a Gus. Se sumó a mi risa y añadió.
-Sé que Selene estuvo llorando. Y yo también. Pero más que por haber roto es por miedo a perdernos. Yo la sigo queriendo mucho pero... no en ese plan. Quiero decir, mírala.
Me hizo un gesto hacia el seto y me asomé como espiando. Pude ver a Selene riendo apoyada contra un chico rubio y una muleta tirada en el suelo. Niall tenía el pelo más corto que de costumbre y se le notaban los efectos del hospital, pero nunca había visto a ninguno de los dos más felices en mi vida.

-Elisa

martes, 10 de septiembre de 2013

Capítulo 19: Y las mañanas de resaca


 (weheartit)


Abrí los ojos de repente. La luz ya entraba a raudales por mi habitación, desgraciadamente estaba orientada hacia el este y los ingleses no tenían la maldita costumbre de poner persianas. Sin embargo, lo primero que vi no fue la ventana. Fue una cabeza llena de rizos negros y una cara demasiado adorable dormida a pocos centímetros de la mía. Sonreí y me levanté de la cama sin hacer ruido, pero no lo conseguí. A los pies de ella había algo tirado en el suelo que me hizo resbalar y caer de culo sobre ese algo blando. Era la camiseta rosa que le había tirado el día anterior a Harry. Pensé que quizás, al no ponérsela, la había dejado en el suelo y se había dejado la suya, pero al mirarlo y ver sus hombros desnudos sobresalir por entre las sábanas me di cuenta de que sí se la había puesto pero se la había quitado por la noche. Puede que tuviera mucho calor... qué mal sonaba eso.
Me levanté, maldiciéndome por mi torpeza, y me fui a duchar al baño. Me relajé bajo el agua ardiendo contra mi piel, y sonreí pensando en lo perfecta que era mi vida en aquellos instantes, hasta que me acordé de una cosa que había pasado la noche anterior.
Selene me había dicho que no quería a Gus. Pero ella estaba borracha, ¿no? Seguro que no se daba cuenta de lo que decía. Y aún así... Comencé a preocuparme en exceso, como siempre.
Una vez duchada y en toalla se me ocurrió mirar el despertador, pensando que ya serían cerca de las diez, y al ser domingo tendríamos que hacer algo. Miré el despertador de mi mesilla y casi se me cae el alma a los pies. Eran las seis y media de la mañana. La rutina me estaba matando. Me puse una camiseta y la ropa interior y me volví a meter en la cama intentando conciliar el sueño de nuevo, aunque eso sería difícil, pues ya llevaba un rato dándole vueltas a las cosas. Me acerqué a Harry y le di un ligero beso en los labios. Él sonrió y pataleó con las sábanas hasta quitárselas del todo, echándolas hacia mi lado. Dios, sí que tenía calor ese hombre por las noches... Con un breve vistazo lo miré y me entró la risa al descubrir que sus calzoncillos eran del mismo color y marca que mis bragas. Sabía que estaba despierto, pero no quería abrir los ojos, simplemente me atrajo hacia él y me besó la cabeza.
-Buenos días, princesa-murmuró, aún sin abrir los ojos.
-Suena mejor si lo dices en italiano, como en La vida es bella.-repliqué yo, volviéndome hacia él.
-No sé italiano-contestó, abriendo los ojos por fin para mirarme.
-Pues deberías aprender-dije yo, apartando la sábana y saltando de la cama.
-Estás loca, son las siete de la mañana.
-La hora perfecta para un paseo matutino-le respondí, quitándome la camiseta y caminando descalza hacia mi armario. Cuando llegué, me giré y descubrí a Harry mirándome de arriba abajo.
-No soy una supermodelo, no se si esperabas que estuviera buenísima-repliqué. Él me miró, con los ojos bien abiertos.
-Me da igual-dijo, y se levantó. Yo tampoco pude apartar la mirada de él, vestido con unos simples calzoncillos y nada más, algún que otro pequeño tatuaje adornando su pecho y espalda. Cuando llegó hasta donde yo estaba no lo dejé decirme nada. Lo cogí por el cuello y lo acerqué hacia mí. Él me empujó contra el armario y me agarró por la cintura. Fui consciente de la poca ropa que nos separaba en ese momento, y por eso cuando me besó tenía una ligera sonrisa grabada en el rostro. Pero cuando de mi cuenta de que no estábamos solos en la habitación me separé de Harry.
-¿Qué?-preguntó él, aún abrazándome.
-Selene está despierta-indiqué echando un vistazo por encima de su hombro y viendo a mi amiga aún tumbada pero con los ojos abiertos y una sonrisa divertida.
-Oh, no no paréis por mí, chicos.-dijo, mirándonos a los dos.
Yo miré a Harry y ambos nos reímos, él me dio un beso que creyó que sería corto, pero a mí me daba igual que Selene estuviera mirado. Lo atraje hacia mí otra vez y lo besé con toda la fuerza que tenía, mientras él, sorprendido, se dejaba hacer. Sus manos recorrían toda mi espalda y mi pelo, mientras que las mías estaban ocupadas en sus rizos y en su cuello. Cuando por fin nos separamos, Harry le gritó un buenos días a Selene y añadió por lo bajo un “gracias por haber interrumpido” y algo más ininteligible. Yo solté una risa y abrí el armario. Harry se metió en el baño y cerró la puerta. Saqué un vestido azul con bolitas doradas y me lo pasé por la cabeza.
-Sabes, Harry no está nada mal, Elisa. Nunca pensé que te pudieras conseguir algo así por ti solita.-me dijo, guiñándome un ojo.
-¡Puedo oíros!-nos gritó Harry desde el baño, mientras se oía el agua correr en el grifo. Selene y yo nos reímos a la vez.
-Vístete, Sele.-le dije, tirándole uno de sus vestidos que yo tanto odiaba. Aquel era rosa. Qué raro.
-¿Estás loca? Yo me vuelvo a dormir- dijo, y se dio la vuelta en la cama, mirando hacia la puerta. Yo me volví a acordar de lo que me había dicho la noche anterior, pero cuando fui a decirle algo Harry salió del baño y cogió su ropa del día anterior.
-¿Bajamos a desayunar?-me preguntó. Asentí y cogí una chaqueta, unas francesitas y le lancé un beso a Selene, preguntándome cómo iba a conseguir hablar con ella. Cerré la puerta y Harry me cogió de la mano para bajar al comedor, tratando de no encontrarnos a algún monitor que nos echara la bronca, pues se suponía que los chicos no podían entrar en los pasillos de las chicas y viceversa. Pero cuando llegamos abajo me di cuenta de una cosa.
-Harry, me he dejado las llaves arriba.
-Te acompaño...
-No-dije rápidamente.-solo será un momento. Baja y coge sitio.
Harry me miró extrañado, pero se limitó a darme un beso y a marcharse hacia el comedor. Cuando lo perdí de vista eché una carrera escaleras arriba y entré en la habitación.

Genial, el dolor de cabeza no se iba ni echándome vasos de agua por encima. En fin, debería bajar a tomar un café o algo... Salí del baño con la intención de vestirme, pero antes de que llegara siquiera a mi cama la puerta se abrió rápidamente y Elisa entró en la habitación diciendo algo.
-Para, para-le dije-. No puedo pensar tan rápido.
-Selene-me dijo ella, cogiéndome de los hombros y sentándome en la cama, a su lado. La miré inquisitivamente.- ¿Recuerdas algo de ayer? ¿De por la noche?
Me eché a reír.
-Estaba borracha, ¿cómo esperas que me acuerde?
-¿Recuerdas algo que me dijiste por la noche?-parecía realmente preocupada, así que me callé la risa. ¿Qué habría pasado?
-Mmmm...-intenté hacer memoria-. No, la verdad es que no recuerdo nada. ¿Te vi ayer por la noche?
Se llevó las manos a la cabeza. Me estaba preocupando.
-Selene, sabes que estoy aquí para todo, que puedes contarme cualquier cosa...
Pero ¿qué decía esta ahora? Si eso ya lo sabía yo, si todo lo que yo pensaba lo sabía ella, es más, dudaba si ella sabía más de mí misma que yo. Y no estaba muy equivocada.
-Selene, ayer...
Pero no pudo terminar. La puerta se abrió y Harry y Gus entraron en nuestra habitación.
-¿Qué hacéis, que no bajáis, princesas?
-A diferencia de vosotros, princesos,-empecé.
-Nada. Ya bajamos-Elisa me interrumpió, cogió sus llaves y me dio un beso en la cabeza-. Vístete. Y ya hablaremos luego.-añadió por lo bajo. Después, salió de la habitación seguida de Harry y Gus.
Un momento, ¿Gus estaba allí?
Raro en mí que no lo hubiese notado. Pero, ahora que lo pensaba...
Es como eso que te pasa cuando sueñas con algo. Te despiertas, y no te das cuenta de lo que habías estado soñando solo un par de minutos antes, pero después pasa algo, y vas recordando...
Eso me pasó a mí ese día. Me asomé a la ventana para abrirla y vi a un chico rubio tocando la guitarra justo debajo de mi ventana. Claro, había soñado con un rubio, no con Gus... Un momento, ¿qué me quería decir a mí misma con eso?
El chico rubio de mi sueño no tenía rasgos, pero poco a poco el sueño iba cobrando color y sentido: estaba en un bosque, caminando con un chico que llevaba una guitarra a la espalda, y yo estaba vestida con ese mismo vestido que Elisa me había tirado encima unos momentos antes.
Me dio de lleno en el cerebro. El chico con el que había soñado cojeaba ligeramente, y sus ojos azules los tenía grabados en mi mente.
Niall.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Capítulo 18: Los efectos del alcohol


Miré la carta en blanco que tenía delante de mí, mientras oía cómo un centenar de plumas rasgueaban a mi alrededor. Parecía que todos habíamos escogido aquel momento para escribir la estúpida carta, después de llegar de Camden Market, y aquel lugar, la biblioteca. El único lugar en el que yo me sentía a salvo. Decidí garabatear un par de líneas de disculpa y doblar la hoja de papel en forma de sobre, como mi amiga María me había enseñado en España. Después, se la entregué a Paul, el cual frunció el ceño, y salí apresuradamente de la biblioteca.
Sin embargo, no pude salir por la puerta que daba a los jardines. Alguien entró a la vez que yo intentaba salir y me arrastró junto a sí hacia una de las salas de música. Solo tuve que aspirar el aire para saber de quién se trataba.
-Harry-murmuré-. Harry, para, no veo nada, tengo tu pelo en los ojos.
Él no me contestó, se limitó a reírse por lo bajo.
-¡Harry!-le grité, sin poder contener la risa. Él paró.
-Tenemos que hacer el trabajo inicial de literatura juntos, ¿te acuerdas?-me recordó, cogiéndome del brazo y arrastrándome de nuevo. Yo intenté clavar los pies en el suelo pero él tenía más fuerza que yo. Al final acabamos los dos en la misma sala en la que habíamos estado aquel día, tocando los dos juntos. Le recordé a Harry una vez que estuvimos dentro que el trabajo no lo teníamos que entregar hasta el mes siguiente, pero me callé al ver su mirada. Tenía algo de misterio, y aquellos ojos que tanto me gustaban me hicieron perder la noción de todo. Él se sentó, y yo lo imité. No recuerdo cuánto tiempo pasó hasta que él habló.
-En todo este tiempo, desde que dejaste a Leon, solo hemos estado juntos una vez, en el gimnasio.
Me pregunté a qué se refería con “estar juntos”, ya que pasábamos los días en grupo, pero decidí no formular la pregunta. Caí en la cuenta tarde. Se refería a otro tipo de “juntos”. Uno que implicaba estar “solos”.
-Solo me besaste esa vez.-dijo de repente, sin perder mi mirada. Yo no sabía qué decir así que me limité a enredar mis dedos en mi pelo-. Me pregunté por qué, por qué ese rechazo, hasta que me di cuenta.
-¿Cuenta de qué?-no pude resistirme esa vez. Él se levantó, y me cogió de la cintura acercándome a él.
-De que no te había pedido que fueras mi novia.
Fue como si de una patada me hubieran quitado el aire de los pulmones. Hasta ese momento, no me había dado cuenta de lo mucho que quería a Harry, de lo mucho que deseaba aquello. Pero decidí hacerme la dura.
-Cierto, no lo has hecho.-repliqué, apartándome de él tanto como me permitió.
-Culpa de esto a Selene-me dijo, intentando volver a acercarme.
-No metas a Selene, ¿qué tiene ella que ver aquí?-pregunté, haciéndome la tonta y reprimiendo la sonrisa, la misma que veía asomar a los labios de Harry.
-Déjame acabar, impaciente- fue él el primero que se apartó. Rebuscó en sus bolsillos bajo mi mirada atenta hasta sacar una cajita de madera. Mi mente estaba nublada por completo, no sabía qué pensar.
-Repito-me dijo-. Culpa a Selene.
Después, me besó, lentamente, como si tuviera miedo de lo que pudiera pasar. Al ver que yo no me apartaba, me besó con más seguridad. Sentí cómo abría la caja, pero no me separé de él. Segundos más tarde, sentí algo contra mi cuello, rodeándolo, y no eran sus manos, que estaban ocupadas en mi pelo. No sé cómo se arregló para ello, pero cuando nos separamos tenía el precioso colgante que habíamos visto en Camden Market, azul y dorado, puesto sobre la camiseta blanca que llevaba.
-Harry...-empecé. Él intentó besarme otra vez para callarme, pero yo no lo dejé.-Harry-repetí. Clavé mi mirada azul en sus ojos verdes.-Este colgante cuesta más de setenta libras.
-Lo sé-me contestó, devolviéndome el gesto serio.-Considéralo regalo de Navidad, de cumpleaños y de la próxima Navidad.
No pude evitar devolverle la sonrisa.
-No te pases.
-¿Por qué? ¿Es que el novio tiene que mimar más a la novia que viceversa?
-Tradicionalmente sí-respondí, haciendo caso omiso a su mención. Después me lo pensé mejor.- ¿Así que ahora tienes novia, Styles?
-Sí-me respondió él tan francamente que me sorprendió.-Se llama Elisa, y es genial, deberías conocerla.
-Sí, así podré preguntarle cuando accedió a ser tu novia-contesté, acercándome a él.
-Te contestará que ahora mismo-respondió él, volviendo a besarme. Antes de que pudiera entregarme yo también al beso, el se separó.- A no ser que no quieras, claro-añadió con una risa. Yo lo callé con un beso pero ambos fuimos incapaces de aguantar un segundo más. No sé cómo conseguimos besarnos en medio de aquellas risas, pero el caso es que lo hicimos. Cuando por fin calmamos nuestras risas, ya era bien entrada la medianoche, así que volvimos a nuestros respectivos edificios.
Yo no había llegado aún a ver el Main Building cuando un jadeo detrás de mí me hizo darme la vuelta.
-Han cerrado la puerta del Rachel Trickett. Estoy atrapado fuera.
Me eché a reír y continuamos nuestra noche en el jardín, entre risas y besos. Pero pasadas un par de horas, tuvimos miedo de que alguien nos pillara.
-No me malinterpretes, pero, ¿puedo dormir contigo esta noche?-me preguntó en un momento dado. ¿Cómo iba a decirle que no?
-Tendrás que convencer a Selene-contesté.
Él me miró.
-Selene está en su séptimo sueño. No se enterará.
Pero cuando llegamos al pasillo y yo abrí la puerta de mi habitación, Selene no estaba durmiendo. Y tampoco estaba sola.
La habitación era aún más desastre que si viviera yo allí sola. Las sábanas y almohadas estaban tiradas por el suelo y el baño estaba encharcado. La ventana estaba abierta y cuatro botellas vacías de alcohol reposaban en el alféizar. Selene, Aitana y Katarina estaban metidas juntas en la cama, hablando en voz baja y riéndose a carcajadas. Cuando Harry y yo entramos, solo Katarina, la única que parecía algo sobria, se giró hacia nosotros.
-¡Elisa! ¡Harry! Decidimos hacer una fiesta ya que vosotros dos andábais por ahí haciendo... cosas... y no nos habíamos equivocado.
Selene y Aitana se giraron con una risita. Los ojos de ambas estaban perdidos y Harry y yo nos echamos a reír. Mis mandíbulas ya me dolían tras la sesión de risas de la noche, y aquello era algo más para no soportar.
-Parece que aquí no hay sitio, Harry.-dije, lanzándole una mirada de soslayo a las chicas.
-No, no, si nosotras ya nos íbamos-murmuró Katarina, cogiendo a Aitana de la mano y saliendo de la habitación, tras darnos las buenas noches. Esperamos a que se oyera el portazo de sus habitaciones y cerramos la puerta de la mía. Selene se había quedado dormida con las sábanas al pie de la cama, así que la tapé, y me dirigí al armario a por mi pijama, cuando me acordé de que Harry estaba de pie al lado de la puerta.
-Si vas a dormir aquí, más vale que te quites los zapatos, al menos-le dije.
-Sabes, si esto fuera al revés, y esta fuera mi habitación, tú te quitarías la ropa y te pondrías una camiseta mía que te quedaría gigante para dormir. Pero como no es así...
-¿Tú que te crees, que mis camisetas no te valen?-volví a abrir el armario y sin darle tiempo a contestar le saqué una camiseta rosa brillante que me quedaba bastante grande para que se la pusiera. Me miró, desafiante, pero después se echó a reír.
-Suelo dormir en calzoncillos, pero gracias por la oferta.
Intentando no ponerme roja y no mirarlo mientras se desvestía, me quité la camiseta y los pantalones y me quedé en ropa interior. Rápidamente, me puse el pijama y, sin siquiera dirigirle una mirada, me metí en mi cama. Me giré hacia el lado de la ventana y vi que Selene se había despertado, pero no le dije nada. Segundos más tarde sentí el cuerpo de Harry al lado del mío. Se había puesto una camiseta, no sabía si era la mía o la que llevaba él, pero no llevaba pantalones. Sentí todo su cuerpo pegado a toda mi espalda y piernas. Él me tocó el hombro e hizo que me girara.
-No querrás clavarte esto-dijo mientras me quitaba el colgante, clavando sus ojos en los míos. Yo le paré las manos.
-No me lo voy a quitar nunca, Harry.

Sorprendentemente, Harry no roncaba, pero sabía a ciencia cierta que estaba dormido. Me levanté sin hacer el menor ruido a comprobar si Selene estaba despierta, y lo estaba. Me senté a su lado, pero ella quiso que me metiera con ella en la cama. Solo cuando estábamos bajo las sábanas se dignó a hablar.
-Elisa-me dijo, simplemente. Yo la miré, invitándola a que siguiera. Tenía las pupilas dilatadas y las mejillas rojas como el fuego, como cada vez que se emborrachaba. Me pregunté cuánto habría bebido.-Elisa-repitió. Cerró los ojos y prosiguió- Tengo que hablar con Gus. Tengo que decírselo.
-¿Decirle el qué?-pregunté, temiendo lo peor. Selene abrió los ojos. El verde que rodeaba al negro era casi imperceptible.
-Que no quiero salir con él. Que estoy enamorada de otro.

jueves, 18 de julio de 2013

Capítulo 17: Rendición


 

Camden Market era increíble, aquella mezcla de absolutamente todo: culturas, olores, colores, personas, sonidos, músicas... Era algo perfecto para olvidarse por un momento que las clases acaban de empezar, que habría que ponerse a estudiar pronto, y que aún quedaba otro año por delante. Estábamos solas, Selene y yo, mirando una joyería, cuando lo vi. Era el colgante más bonito que había visto en mi vida. Tenía la cadena dorada y de él colgaba un prisma azul transparente que cada vez que lo atravesaba el sol salía un precioso arco iris. Se lo señalé a Selene, y ambas nos acercamos a mirar, pero nos apartamos inmediatamente al ver que valía casi cien libras. Decidimos entrar en un par de tiendas más, entre ellas la famosa “Cyberdog” y después nos reunimos con el grupo.
Los bancos que había en una calle donde había sitios para comer estaban delicadamente decorados con filigranas de hierro, y ahí decidimos sentarnos a comer una pizza. Harry, Katarina, Selene y yo compartíamos una gigante de queso, jamón, champiñones y bacon, y Aitana y Gus otra más pequeña de queso, tomate y orégano.
-Edzta-dijo Harry de repente-ez da mejod pizza que he pdobado en mi vida.
-Y tú eres el gilipollas más estúpido que he visto en la mía, Harry. Cierra la boca, ¿quieres?-replicó Gus fingiendo enfado. Harry le dedicó una mirada de reproche y Selene les pegó suavemente a ambos en la espalda.
-Parecéis niños. ¿Es que no habéis escuchado nada de lo que hemos estado hablando?
-No-contestaron a la vez los dos chicos.
No nos dio tiempo a responder a ninguna. Katarina se levantó lentamente de su sitio y le susurró algo a Selene, la cual comenzó a mirar frenéticamente a los lados, hasta que su mirada se posó en un chico de pelo corto, rubio, y ojos azules que se veían a distancia.
-¿Niall?-murmuré con incredulidad. Cojeaba de una pierna, pero no parecía herido más allá de aquello. Se acercaba a nosotros sonriente, pero antes de que pudiera llegar, Selene se levantó corriendo y lo abrazó. Oí lejanamente cómo él le preguntaba por sus ataques y ella le contestaba que todo controlado, pero no podía hacer nada más que intentar buscar alguna manera de relajar la tensión que veía acumulándose en las mandíbulas de Gus.
-Gus. Gus, Augustus. Tío, para. Simplemente son amigos, ¿vale? ¿Lo has olvidado? Ella te escogió a ti.- le dijo Harry intentando calmarlo. Vi que Katarina iba a hablar cuando Gus se levantó y, sin decir ni una palabra, se encaminó hacía Niall y Selene. Esta se giró, con miedo en los ojos, pero yo me relajé al ver que simplemente Gus le estrechaba la mano a Niall y le preguntaba por su salud. Raro.
-Demasiado raro-murmuró Aitana como si me estuviera leyendo la mente.
Asentí con la cabeza y me volví a centrar en aquellos tres. Entonces pareció obvio. Vi cómo Gus le pasaba un brazo por los hombros a Selene y quedó claro que había ido allí a dejarle claro que Selene era suya, y no de Niall. Pero Niall no pareció afectado. Es más, los felicitó y pareció alegrarse por ellos. Después de todo, él y Selene no habían tenido nada. Se acercaron los tres y me levanté para saludarlo.
-Estás tan guapa como siempre, Elisa-le sonreí, y le iba a devolver el cumplido cuando me hizo una pregunta- ¿Y Leon?

Mierda, Niall acababa de meter el dedo en la herida. Preguntándole a Elisa por Leon... Iba a llevármelo a otra parte para explicárselo, pero al imaginar la mirada de Gus, me lo pensé dos veces. Sin embargo, Elisa lo terminó por mí.
-¿Leon? Digamos que... ya no estamos juntos... Acuerdo mutuo.
-Vaya...-dijo Niall-Lo siento.
-No lo sientas-replicó Harry- es mejor así. ¿Verdad, Elisa?
Vi cómo mi amiga se ruborizaba, pero me quedó claro desde el principio que no era por el comentario de Harry. Elisa tenía la mirada fija en otra parte, concretamente en un chico rubio que se aproximaba por el otro lado. Aquel sí que no era el momento indicado para Leon a decidirse a hablar con mi amiga. Así que me levanté de estar entre Niall y Gus y me acerqué a Leon, sintiendo las miradas de todos en mi espalda.
-¿Qué haces aquí?-grité cuando lo tenía a menos de cinco metros. Él no respondió. Me acerqué más y, cuando lo tuve a pocos centímetros, lo hice mirarme a los ojos.
-Vengo a hablar con Elisa. Tengo que hablar con ella. Necesito hablar con ella-me dijo, esquivando mi mirada.
-Sí, ya, y esperas que yo te deje hacerlo, ¿no?
-Sí-me contestó, deshaciéndose de mis brazos que intentaban sujetarlo. Comenzó a caminar hacia el grupo, y yo no intenté pararlo.
Cuando llegó, se paró en frente de ella, como si el resto no estuviera, y dijo bien alto, como para que todos lo escucharan:
-Elisa, ¿podemos hablar?
Fue Harry el que contestó, y no ella.
-¿Para qué, si se puede saber?
Sorprendentemente, en su voz no había odio, ni nada por el estilo. Simplemente curiosidad.
-Para disculparme. Es lo único que necesito. Después me iré.
Lo miramos todos, incrédulos, pero Harry le susurró algo a Elisa, y esta se levantó. No miró a Leon, pero caminó hasta la esquina de la calle, frente a un puesto de perritos calientes y pretzels y se cruzó de brazos, esperando a que Leon le dijera unas palabras que ninguno de nosotros podía oír desde la distancia.

Lo que me faltaba, que Leon viniera a estropearme, y estropearnos, el día. Simplemente genial. Me dediqué a mirar al suelo y contener el aliento hasta que él empezara a hablar. Sorprendentemente, lo hizo en cuanto llegó a mi lado.
-Primero de todo, mereces una disculpa, Elisa. Sé que quizá no la aceptes, pero te la voy a dar igual. Lo siento.
No dije nada, y esperé a que siguiera. No lo iba a perdonar, pero algo en mi interior me decía que no había acabado de hablar.
-Segundo, mereces una explicación. O dos. Te voy a explicar primero por qué hice lo que hice en Alemania. Lo hice porque estaba borracho, ebrio de tristeza tras el funeral, y no, no espero que me creas. Pero es verdad. Yo no sentía nada por ella ni ella por mí, pero surgió, y, borrachos los dos, no hicimos nada para impedirlo. Segundo, segunda explicación- hizo una pausa  en la que intentó buscar mi mirada, pero yo no le dejé. Seguí con la mirada fija en el suelo mientras sus palabras caían sobre mí.- El día que te dije lo que te dije, el día que volví, fui un gilipollas.
-Coincido-dije sin poder contenerme.
-Yo también, y no te culpo. Me culpo a mí mismo. Estaba psicológicamente borracho, no era yo mismo, estaba fuera de lugar. Y no, tampoco espero que me creas. Pero también es verdad. Quiero que sepas que no lo pensaba, no pensaba nada de lo que te dije. Que fue un momento de locura, y es que en estos días es en lo que vivo, como si estuviera loco, y tengo momentos de lucidez, como este. Llevo días intentando decírtelo pero no podía, no podía obligarme a hacerlo.
Otra pausa. Solté todo el aire que llevaba conteniendo de un solo golpe y mis pulmones quedaron vacíos. Inspiré y lo miré por primera vez.
Sus ojos estaban rojos e hinchados, y grandes semicírculos verdes oscuros estaban haciéndose más grandes bajo ellos. Los cerró una vez y terminó su monólogo.
-Sé que no me vas a creer y mucho menos perdonar. Pero quería que supieras la verdad. No espero que volvamos a ser amigos. Simplemente conocidos, con una historia que se perderá. Es lo único que te pido.
Las palabras se me atascaron en la garganta.
-¿Me estás pidiendo borrón y cuenta nueva?
-No, Elisa. No te estoy pidiendo eso. Simplemente, que sepas la verdad. Y que yo nunca dejé de quererte.
Sus palabras fueron como un jarro de agua fría, y yo era demasiado buena. Pero no podía, no podía volver al pasado de aquella manera.
Estiré una mano al frente.
-De acuerdo- dije, cerrando los ojos.- Seremos conocidos. Nos diremos hola en los pasillos, nos ayudaremos en clase y nos reiremos juntos de estupideces que digan nuestros compañeros. Pero nada más.
-De acuerdo-repitió él, estrechándome la mano- Si eso es lo que tú quieres, Elisa.
-Sí-contesté.-Es lo que quiero.

-Elisa (imágenes de google)